14 marzo, 2012

MUJER RURAL: La discriminación de género en el campo


No se puede hablar o escribir de la situación de la mujer rural sin tratar al mismo tiempo el tema de las relaciones de género existentes en el campo. Y hay muchos temas por hablar. Desde la labor estratégica de la mujer agricultora para garantizar la seguridad alimentaria hasta la violencia de género que viven las mujeres en el campo. 

Sin embargo, un problema estructural continua de manera persistente en el país: la discriminación de género en el campo. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO ─sobre las inequidades que se presentan en el empleo rural y agrícola─ alerta sobre los menores beneficios que reciben las mujeres del empleo rural, en comparación a los salarios o ganancias que reciben los varones. Muchas mujeres que trabajan en empresas agroindustriales reciben no solo bajos sueldos, en medio de empleos informales, sino también tratos infrahumanos. 

¿Qué es lo que pasa? La pregunta puede parecer sencilla de responder: Las dinámicas económicas y sociales en el sector rural están caracterizadas por roles de género muy diferentes. Las mujeres agricultoras trabajan en el campo pero son muy pocas las que son conductoras de un predio o dueñas de un título de propiedad. Según el censo agropecuario de 1994, sólo el 4.7% de las agricultoras contaba con un título de propiedad registrado, a diferencia del 14.7% de hombres que sí lo tenían. Otro ejemplo de exclusión es en la comercialización de los cultivos, que es asumida por los varones, limitando así la autonomía económica de las mujeres rurales. Estos roles diferenciados de género se presentan desde la infancia. 

División sexual del trabajo 

A pocos kilómetros del valle de Pisco, se encuentra la irrigación Cabeza de Toro, donde se cultiva principalmente el algodón. Hace un par de años realicé una investigación en ese valle algodonero. Al igual que en otros valles agrarios, en la irrigación Cabeza de Toro, todos los integrantes de la familia se dedican a trabajar en el campo. La mano de obra de los niños y niñas es muy requerida en dichos espacios. Desde los 5 o 6 años, los niños empiezan a realizar sus primeras faenas agrícolas en el campo. Labores sencillas como quitar la maleza para que no vuelva a crecer rápido, limpiar la acequia, botar las piedras, hasta ayudar en a regar los cultivos, vigilando que los cultivos hayan sido regados adecuadamente. 

A esa edad, la división sexual del trabajo en el campo no está tan diferenciada, ya que niños y niñas realizan las mismas labores. Sin embargo, al interior del hogar, los roles son diferentes a los que se observa en la chacra. Los primeros roles que se aprecian en el hogar, son precisamente las labores referidas al mantenimiento de la vivienda familiar y las actividades relacionadas a la crianza de los hijos. La mayoría de agricultores varones se encuentran fuera del hogar gran parte del día, trabajando más de 10 horas en el campo, y luego regresando a sus viviendas. Es entonces que la crianza y cuidado de los hijos recae en la madre. 

Al interior del hogar aún existe la tendencia de que las hijas apoyen a sus madres en las labores de cocinar, no solo para la familia sino también para los peones que trabajan en el campo. Fuera de la cocina, muchas niñas también se dedican a limpiar o barrer el patio. Sin embargo, estas labores no son asumidas por los niños varones, en los cuales recaen otras actividades fuera del hogar, principalmente la de buscar leña para la actividad de cocinar que realiza la madre y sus hijas. 

En muchos casos los hombres asumen la responsabilidad de conducir las labores en el campo, mientras que a la mujer se le impone el mantenimiento del hogar y la alimentación de la familia. Pero no solo eso, sino que en sus horas libres la esposa y los hijos deben ayudar en tareas complementarias a la actividad del varón en la chacra. En otros casos, los varones abandonan el trabajo en el campo por otras actividades remuneradas, principalmente en las ciudades. El ministerio de Agricultura calcula que dos millones 110 mil mujeres se dedican a las actividades agropecuarias en el Perú, cifra que representa el 42 por ciento del total de trabajadores del sector, es decir cinco millones 24 mil 000 peruanos. Un proceso de feminización de la agricultura. 

La división sexual del trabajo en el campo peruano tan solo replica los roles diferenciados de género que las familias agricultoras han transmitido durante generaciones. Las madres encargadas de la crianza de los hijos durante gran parte del día y a lo largo de toda la infancia, son las primeras que educan a sus hijos replicando los roles impuestos por la actual sociedad patriarcal. Los únicos roles que conoció y aprendió sobre la crianza de los hijos. 

La división sexual del trabajo se verbaliza cuando los varones agricultores crecen pensando que las labores domésticas “son poca cosa y que ellos que son hombres no pueden hacer esas cosas.” Estos roles diferenciados de género siguen replicándose y las mujeres continúan siendo discriminadas del ámbito de comercialización de los cultivos ─donde se encuentra la gestión del dinero─ y de la participación política en los gremios agrarios, donde se toman las decisiones sobre el futuro de la comunidad. 

Por eso es urgente y necesario realizar un cambio en los roles diferenciados de género. Un cambio donde se sensibilice a los hombres sobre los beneficios empoderar política y económicamente a las mujeres. Algunas propuestas plantean que una equidad de género necesita una redistribución de responsabilidades. Que exista una mayor participación de la mujer en empleos con una remuneración justa, o incluso en la comercialización y negociación de la cosecha. Esto debe realizar de manera paralela a una mayor participación de los hombres en la crianza de los hijos así como las labores actuales que realizan las mujeres en el hogar. Y de igual manera que se promueva una mayor participación política de la mujer rural peruana en sus gremios agrarios o campesinos. Luchar contra la discriminación de género en el campo es una deuda que nuestra sociedad, al parecer, aún no ha iniciado.


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