09 abril, 2012

Mad Max selvático y La Hora del Planeta



“¿Has visto Mad Max?”, me preguntó el ingeniero que me acompañaba en el viaje. La respuesta ─para un cinéfilo como yo─ obviamente era sí, pero no dejó de sorprenderme la peculiaridad de la pregunta, especialmente por el lugar donde nos encontrábamos: en medio del río Urubamba, luego de estar viajando durante varias horas en uno de los conocidos botes “pongueros” que surcan los ríos de la selva. “No es tan exagerado como Mad Max, pero en la selva el tema del combustible es parecido. No hay una guerra por la gasolina pero sí hay una tensión alrededor de ella, porque todo aquí depende del acceso a la gasolina”, me explica con marcado acento de la selva, mi compañero de viaje. 

¿Es válida la comparación? Para empezar, sí es cierto que la gasolina y el petróleo son estratégicos y al parecer irremplazables para el desarrollo de las actividades económicas y sociales en los distritos y comunidades de la Amazonía, especialmente en aquellos más alejados de las grandes ciudades. “La gasolina mueve todo”, me dice el ingeniero. El combustible es fundamental para las comunidades indígenas. Por ejemplo para los vehículos de transporte, como los peque-peque o las chalupas, único medio para viajar a otras comunidades. 

En otros casos, la gasolina es necesaria para ir al mercado más cercano y satisfacer la necesidad básica de comprar alimentos, ropa o un simple jabón. En todo está involucrado el acceso al combustible. Sin embargo los precios de la gasolina siguen siendo marginatorios para las familias. “El precio del galón es 15 soles. Es muy caro, pero qué más podemos hacer”, se pregunta de manera retórica uno de los conductores de peque-peque que nos cruzamos en el río Urubamba. 

La gasolina también es primordial para las empresas involucradas en el proyecto del gas de Camisea. A lo largo del Urubamba y de otros ríos de Ucayali, el tráfico ha aumentado considerablemente. Ya se ha vuelto común observar a las innumerables embarcaciones que traen y llevan equipos, insumos y maquinarias vinculadas a Camisea. Un efecto colateral del incremento del tráfico lo está sufriendo la pesca, ya que hay una escasez de peces en los ríos. “Las lanchas hacen mucho ruido y los peces parece que se espantan. Ya no pescamos tantos como antes”, me cuenta una dirigenta indígena de la comunidad Yine, en el distrito de Sepahua. Menos peces, menos alimentos, más problemas de desnutrición. 

Más allá de estar hablando de gasolina o petróleo, al final de cuentas de lo que se trata es del acceso a la energía. Es decir, que cientos de miles de peruanas y peruanos tengan acceso a la energía como cualquier ciudadano. La energía como motor de desarrollo. Un acceso que debe ser democrático, equitativo y ambientalmente sostenible. Sin embargo eso no está sucediendo. En pleno siglo 21, muchas comunidades siguen viviendo en épocas pre-Edison ya que carecen del servicio básico de electricidad. La única manera contar con energía es si acceden a paneles solares que cuestan entre 1000 a 1500 soles ─cifra que para muchas familias indígenas es inalcanzable─ o usando pequeños grupos electrógenos en base a gasolina. Existen otros distritos donde existe el servicio, pero la electricidad llega solo en la noche y por algunas pocas horas. Ahí la hora del planeta (apagar la luz como protesta simbólica) se hace todos los días y a la fuerza. 

La falta de energía trae problemas no solo en los servicios de salud, educación o acceso a la información, sino que también impide el desarrollo normal de pequeñas actividades industriales que podrían beneficiar a la población. La falta de energía significa cero oportunidades de desarrollo para los pobladores de la selva. Muchos de ellos parecen resignados a que la energía no sea distribuida de manera equitativa, y que la mayor parte esté en manos de las grandes corporaciones. 

Hace unos días, y apropósito del gas de Camisea, el presidente Humala anunció gas barato para todos los peruanos. En la actualidad, sobre el tema del gas, se vive una paradoja. A pesar que el gas de Camisea se produce en la selva y se anuncia que llevará energía barata al país, en los propios distritos y comunidades de la selva el gas se vende a precios exorbitantes, e incluso más caros que en la ciudad de Lima. Un balón de gas en el distrito de Sepahua puede llegar a costar 47 soles, Muchas familias siguen utilizando leña para cocinar sus alimentos, mientras ven como el gas de Camisea, que se encuentra a un solo paso de sus localidades, abastece de energía al resto del país menos a ellos. 

¿Existen otras alternativas de energía? Muchos especialistas en cambio climático anuncian el final de los combustibles fósiles y que en unas décadas podríamos estar viviendo situaciones semi-apocalípticas por la lucha de energía. ¿Serán parecidas a Mad Max o es una exageración? Lo cierto es que el mundo se ha vuelto extremadamente dependiente de la producción y uso de combustibles fósiles. Nuestro modo de vida es adictivo a los combustibles fósiles. Desde las grandes industrias y megaciudades que causan los gases de efecto invernadero hasta en el intensivo uso de los automóviles, los celulares último modelo que cambiamos cada seis meses e incluso la laptop con la que escribo este artículo. Un estilo de vida difícil de abandonar que está agravando el cambio climático en el mundo. Cambios que incluso ya se sienten y están afectando a comunidades tan remotas como Sepahua. “El sol está quemando más que en otros años. Los cultivos se mueren rápido”, me cuentan en varias comunidades. Ellos no han sido los causantes ni responsables del cambio climático pero sin duda son los más afectados porque se pone en peligro su mismo modo de subsistencia. El único que tienen. 

¿Debemos empezar a buscar otras alternativas a la gasolina, es decir a los combustibles fósiles? ¿La alternativa es cambiar de modo de vida? ¿Será tarde para hacerlo? No lo sé. Lo único que sé es que mientras millones de personas en el mundo celebran o conmemoran la Hora del Planeta ─un acto meramente simbólico─, en una remota comunidad yine de Ucayali, un niño indígena prenderá una vela porque no cuenta con panel solar, su padre irá al bosque a cortar leña porque su familia no puede comprar un balón de gas, y su madre no podrá transportarse en peque-peque porque el precio de la gasolina es muy caro. ¿Quién dijo inclusión? 


Sepahua, 30 de marzo 2012






No hay comentarios.:

Publicar un comentario