17 mayo, 2012

Ollanta Humala, el presidente fantasma



“Una cosa es con guitarra y otra con cajón”, decía el Ollanta Humala presidente en las primeras semanas de su gobierno. Con este cliché intentaba defenderse de las críticas ante las primeras medidas que empezaba a dictar y que contradecían notablemente el discurso del Ollanta Humala candidato de meses anteriores. Sin embargo esa explicación acriollada ya no basta. Ya no es suficiente. El Perú se está acostumbrando de manera peligrosa a que sus políticos no sean consecuentes en sus discursos y sus acciones. Los políticos continúan faltándole el respeto a la coherencia que debe existir entre el pensamiento, el discurso y la acción. Y obviamente eso tarde o temprano les cuesta una factura política.

En los últimos días los medios han convertido al presidente Humala en el principal protagonista de un ejercicio lúdico: “Recordar es volver a vivir”, y le han enrostrado una serie de declaraciones ─durante el gobierno de Alan García─ donde exigía la renuncia de varios ministros y la vacancia del mismísimo presidente ante hechos muy similares a lo ocurrido recientemente en el VRAE. Y obviamente esas frases traídas desde el pasado desnudan al presidente Humala como un político poco consecuente. En un esclavo de sus palabras.

El país ha tenido que vivir durante dos semanas la resolución de una severa crisis ministerial. Primero esperando una renuncia digna, de parte de los ministros de Defensa y del Interior, Luis Otárola y Daniel Lozada, respectivamente. Sin embargo, esperamos y esperamos y la renuncia tardó en llegar, como si la palabra dignidad no estuviera en sus diccionarios. Luego se pensó que sería el propio presidente Humala quien tomaría la decisión de prescindir de los dos criticados ministros. Sin embargo la decisión presidencial nunca llegó. El mandatario decidió continuar con su viaje pactado al continente asiático y dejar la crisis en manos de su también polémico premier Óscar Valdés. Solo la amenaza de una mayoritaria censura parlamentaria, conminó a los ministros a renunciar, pero dejaron regado en el camino una innecesaria tensión política.

¿Por qué el presidente Humala no tomó una decisión pragmática ─como le gustan─ sobre el destino de los cuestionados ministros? ¿Tanto le cuesta al actual gobierno central admitir sus errores y realizar un rápido control de daños? Un factor fundamental es la inexperiencia política y de gobierno, a pesar de contar con algunos congresistas y asesores que están curtidos en dichas lides. Sin embargo existe un temor a demostrar esa inexperiencia política y a admitir sus equivocaciones, y es entonces que el orgullo comienza a pesar más que la razón.

Pero también existe un factor de compromiso ideológico. No voy a afirmar de manera contundente como Sinesio López que Humala ha sido capturado por la derecha. Pero lo que sí es evidente es que Humala no está tan incómodo con la inercia gubernamental heredada de García, especialmente en las políticas macroeconómicas. Ciertamente hay matices y medidas diferentes a las de García, pero estas también son distintas a las promesas de la Gran Transformación del Ollanta Humala candidato. La única gran transformación ocurrida es en la posición ideológica del mismo presidente. La denominada DBA se ha adaptado a estas nuevas circunstancias y seguirá desarrollando su ajedrez político para seguir presionando a Humala ─que tampoco es santo de su devoción─ y defender sus propios intereses. Parte de ese juego es defender a su alfil Óscar Valdés o colocar otro reemplazo similar que sea igual de funcional. La  renuncia ─tardía, pero renuncia al fin y al cabo─ de los ministros de Defensa y del Interior le ha dado una bocanada más de aire a Valdés, pero su destino ya está marcado con tinta indeleble y las fiestas patrias se asoman como su fecha límite de salida. Quizá antes.

¿Hacia dónde va Humala? ¿Cómo podrá superar el pasivo político de contradecirse constantemente con el Humala candidato? Podría decirse que este último es un fantasma impertinente que lo persigue de manera constante. Sin embargo creo que es lo contrario. El Ollanta Humala candidato en algún momento dejó de existir y se convirtió en esta sombra fantasmagórica que es el actual Ollanta Humala.


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