01 agosto, 2012

La agricultura peruana en el primer año de Humala: ¿Ceguera o indiferencia?



Bueno, dejémoslo claro. A la mayoría de ustedes que están leyendo estas líneas no les importa lo que suceda con la pequeña agricultura peruana ni con los millones de compatriotas que viven de ella. Vamos, admitámoslo de una vez, que tampoco es una gran sorpresa.
En nuestro país ha vencido finalmente el paradigma de las grandes urbes como objetivo aspiracional; el paradigma de la minería y la compulsiva extracción de materias primas como única vía para lograr ese ansiado “desarrollo” que nos equipare a Chile o a los países del “primer mundo”; e incluso si nos acercamos al tema agrario, ha vencido el paradigma de la gran agricultura de exportación, realizada principalmente por las corporaciones, casi siempre en detrimento de la pequeña agricultura familiar, olvidada olímpicamente por los diferentes gobiernos de turno en los últimos años.
Y peor aún, en los casos que no es olvidada, la pequeña agricultura es golpeada, perseguida y su existencia amenazada, como el caso del reciente gobierno aprista y su deleznable política del “perro del hortelano”. En fin, la agricultura no es ni siquiera la quinta o sexta rueda del coche. Ni siquiera tiene una llanta con su nombre. La indiferencia del país hacia esta actividad se ha convertido en una constante histórica.

Aclarado esto, podemos preguntarnos: ¿cuál ha sido la política de desarrollo agrario del gobierno de Ollanta Humala en su primer año en el poder? Lo primero que llama la atención es que el gobierno de la ya encarpetada “Gran Transformación”, parece no tener claro una visión de largo plazo sobre las políticas estructurales de desarrollo agrario que deberían implementarse en el país. En general podríamos señalar que la mayoría de medidas dictadas por el Poder Ejecutivo, la mayoría a través del ministerio de Agricultura, son medidas de un impacto a corto plazo o sobre temas secundarios, pero que no logran abordar de manera concreta los problemas de fondo que atraviesa el agro desde hace décadas. No estoy diciendo que en 12 meses se hayan tenido que solucionar todos los problemas, sino que por lo menos exista un atisbo sobre un plan o una estrategia dirigida a desarrollar de manera profunda a este sector productivo.

Todo ello lleva a establecer una segunda pregunta: ¿Estamos frente a una ceguera o inercia de las autoridades que no saben hacia dónde dirigir la política agraria, o, más bien se trata de una intencional reafirmación de la histórica indiferencia del gobierno y de los peruanos hacia la pequeña agricultura familiar?

Repasemos los “logros” que ensalzan las autoridades. La vicepresidenta Marisol Espinoza en un reciente artículo (1), donde hace un balance agrario sobre el primer año de gobierno, expresa que “después de 18 años miraremos la realidad del sector agrario a través del IV Censo Nacional Agropecuario que permitirá desarrollar políticas públicas.” ¡Por favor! La implementación de ese censo ya viene trabajándose y discutiéndose desde hace varios años y hubiera sido demasiado rochoso si el presidente Humala, en este año 2012, no hubiera aprobado su realización ni su presupuesto. Ya estaba conminado a hacerlo.

Luego la vicepresidenta afirma que “el agua es una prioridad para el gobierno.  Bajo esa óptica están también los proyectos de irrigación, anhelo de miles de peruanos por varias décadas postergados, como Alto Piura, (…) este gobierno también dio luz verde a Chinecas, se continúa Olmos, Majes Sihuas…”. Bueno sería redundante volver a contar los grandes problemas e irregularidades ocurridas en la subasta de tierras de Olmos, (2) donde los grandes ganadores han sido las corporaciones agrícolas, en especial la polémica empresa Odebretch. El gobierno de Humala parece haberse resignado ─o rendido lo que sería peor─ a los intereses de aquellas grandes empresas, a las cuales criticaba durante la campaña presidencial. Así que poner como ejemplo el caso de Olmos o Chinecas, éste último donde todo indica que sucederán varios problemas, es desinformar a la población.

Sin embargo hay algunas medidas en este primer año de gobierno que deben ser remarcadas. Una es el incremento al capital del Agrobanco (en cien millones de soles) y la serie de medidas que pretenden cambiarle la cara a la institución, como por ejemplo convertirla en propiedad mixta con el ingreso de bancos internacionales. Es un primer paso hacia conseguir la capitalización de la pequeña agricultura, pero debe ser una medida que se complemente con cambios en la tributación agraria, la formalización de los pequeños agricultores, así como el fomento de la asociatividad, temas cruciales que aún no han sido enfrentados de manera directa. Si no se abordan, el incremento del capital del Agrobanco tendrá poco efecto en el campo y se convertirá en una medida fallida.

Otra acción que puede perder su efectividad, si no es complementada con otras, es la referente a la construcción de la infraestructura vial en el territorio nacional. Un estudio del CIES concluye que “entre 1950 y el 2000 se construyeron 49 mil kilómetros de caminos, y entre el 2000 y el 2010 se llegó a 48 mil kilómetros (…) se está permitiendo la conexión entre comunidades y con los pueblos pequeños. Esa conexión viene abriendo mercados locales para los productos del campo y creando oportunidades para actividades no agrícolas”. (3)

Sin embargo, este supuesto dinamismo de la comercialización sigue estrellándose con un tremendo problema, que para algunos la mayor distorsión que afecta al agro: la presencia de los intermediarios. Este eslabón de la cadena de comercialización se ha convertido en el principal abastecedor de insumos, e incluso un habilitador económico ante los altos intereses que cobran los bancos. Pero se llevan un margen de ganancia excesivo, sobre el precio de los cultivos, en muchos casos mediante una actividad informal y evadiendo impuestos. Es crucial que de una vez por todas se minimice la participación y distorsión de los intermediarios. Y para ello se necesita que el Estado promueva el ingreso de asociaciones de agricultores a otros eslabones de la comercialización. Así se podrán bajar los costos de producción y aumentar el margen de ganancia de los productores. Es decir, realmente acercar la chacra al consumidor. Y esto ni siquiera se está discutiendo en la política agraria de Humala.

Otro tema pendiente, de índole técnica, que es importante realizar para construir una visión de largo plazo sobre la agricultura peruana es la reestructuración total del Ministerio de Agricultura y de sus numerosos organismos, tomando en cuenta el proceso de descentralización. Y finalmente debatir, por fin, la regulación del tamaño de la propiedad agraria, con el fin de aminorar el acaparamiento de tierras, ya sea a través del límite de tierras, impuestos u otro mecanismo legal. Lamentablemente, y como señalaba al principio, estos temas no son considerados “interesantes” ni “importantes” para la opinión pública. A veces por una ceguera o ignorancia frente al problema, otras veces por una indiferencia intencional sobre el problema agrario peruano. Para el primer caso se necesitaría quitarle la venda de los ojos al gobierno, y si fuera el segundo caso, pues una bofetada o lapazo para despertarlos del letargo no les caería mal.

(1) http://www.larepublica.pe/columnistas/entre-algarrobos-y-ceibos/agricultura-abriendo-nuevos-surcos-22-07-2012

(2) http://cepesrural.lamula.pe/2012/07/10/olmos-el-negocio-redondo-de-las-asociaciones-publico-privadas/cepesrural

(3) http://elcomercio.pe/economia/1446370/noticia-despegue-zonas-rurales-estaria-generando-globalizacion-interna

Publicado originalmente en SPACIO LIBRE

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