26 marzo, 2013

¿Quinua para todos o solo para los que pueden comprarla?

Cuando era niño, uno de mis postres favoritos era una mazamorra en base a quinua. Sí, en base a quinua. Lamentablemente nunca aprendí a prepararlo y es una tarea personal pendiente, pero por suerte, y felizmente, aún tengo una madre que algunas veces se da un tiempo para preparar esa deliciosa mazamorra en base a nuestro milenario grano andino.

La quinua ha acompañado a muchas familias peruanas ─especialmente de las zonas rurales de nuestro país─ a lo largo de sus vidas gastronómicas. Se pueden enumerar infinidad de platos, preparados de creativas maneras, donde la quinua es el protagonista principal.
Siempre me he sorprendido de conocer a varias personas que no han consumido el grano debido a que no ha formado parte de su cultura gastronómica. Esto evidencia que durante muchas décadas, este grano ha estado reducido, principalmente, a las zonas rurales altoandinas y a las familias migrantes en las ciudades, y ha tenido poco acceso a otros sectores sociales. Obviamente no es un delito el no haber consumido la quinua pero ahora que se está poniendo de moda, no es tarde para empezar a hacerlo.

Y es que la producción del cultivo de la quinua ha empezado a tener, en los últimos diez años,  un interesante crecimiento debido fundamentalmente a un aumento de la demanda entre la población peruana. Es decir, no se ha debido a políticas gubernamentales ni a una innovadora visión de una despierta autoridad sino, simplemente, a la vieja figura de la oferta y la demanda. Este inicial boom de la quinua, afortunadamente, ha ido acompañado de una serie de iniciativas internacionales para promover este grano andino que se siembra no solamente en Perú sino también en Bolivia y Ecuador. Todo ello ha derivado en la declaración de las Naciones Unidas, vía la FAO, de que el 2013 es el Año Internacional de la Quinua.

Es saludable el interés actual del gobierno peruano en sumarse a estas iniciativas. No es casualidad que la primera dama Nadine Heredia haya sido nombrada por las Naciones Unidas como Embajadora internacional de la Quinua, a la par que el presidente boliviano Evo Morales. Es, obviamente, una buena estrategia para posicionar al milenario grano a través de un personaje carismático como el de la primera dama.

Sin embargo, más allá de declaraciones retóricas y buenas intenciones respecto a la quinua, hay que llamar la atención sobre una paradoja que parece estar presentándose en los últimos años sobre este cultivo. Mientras las autoridades están trabajando para aumentar la demanda y el consumo (interno y externo) de la quinua, esto parece no estar acompañado de un esfuerzo similar para aumentar la oferta y mejorar la producción. Muchas familias agricultoras de regiones como Puno (la principal productora de quinua del país) todavía siguen enfrentando una serie de problemas para poder abastecer la demanda.

Las fuertes lluvias y los desbordes de ríos que se presentan todos los años, destruyen las hectáreas de cultivos afectando los rendimientos y la producción; se ha producido también una disminución de los programas de investigación agronómica y de semillas relacionados a la quinua; y para colmo, la presencia de los comerciantes intermediarios y acopiadores continúan influyendo en un incremento de los precios del cultivo… un margen de ganancia que no beneficia precisamente a los agricultores.

Todo ello podría provocar una menor oferta de la quinua a nivel nacional. Las 45 mil toneladas actuales de quinua que se producen anualmente en el Perú no son suficientes para abastecer la gran demanda, y por consiguiente, ya se está produciendo un incremento en los precios. Por ejemplo, el kilo de quinua puede llegar a costar en promedio 10 soles el kilo en los grandes supermercados de las ciudades, y en algunos lugares se reporta que se vende a 16 soles el kilo. Estos altos precios discriminan automáticamente a las familias más pobres que no pueden tener un acceso continuo a este grano de alto valor nutricional. Y esa es la paradoja que nos amenaza: el de convertirnos en un país de gran producción de quinua para alimentar al mundo pero donde su propia población no tiene el dinero suficiente para poder comprarla.

Artículo publicado en SPACIO LIBRE

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